
El ruido de los jóvenes
Tal vez no todos los jóvenes sean iguales. Que siempre haya existido una línea invisible que los ha separado en dos grupos. En un lado, los que tan sólo hacen ruido para no oírse a ellos mismos ni a los demás. Por otro, los que con su ruido tratan de llamar la atención de todos hacia sus causas para cambiar el mundo.
Cuando yo era más joven, los jóvenes de mi generación también hacíamos mucho ruido, pero nosotros no lo oímos porque estábamos ocupados cambiando el mundo. Estábamos convencidos de tener una gran responsabilidad: la de traer la democracia y la libertad a la sociedad que nos tocaba vivir. Los jóvenes de ahora también hacen mucho ruido. A mí me parece que mucho más. Quizá sea verdad, o tal vez es que ahora me gusta más el silencio. Muchos de ellos tampoco se oyen. Están preocupados cambiando el mundo. Están convencidos de tener una gran responsabilidad: la de traer la solidaridad y la tolerancia a nuestra sociedad. Cada año, y ya van tres, la Universidad Europea de Madrid, junto a la International Youth Foundation, convoca los premios Emprendedores Sociales. Ese día, conectamos con ese grupo que sí quiere cambiar el mundo para mejor. Ya no gritan tanto como los jóvenes de mi generación, pero hablan mucho mejor. Dicen con voz muy clara que podemos vivir todos juntos. Que una sociedad es mejor en la medida que se preocupa más por los más débiles. Que no se trata sólo de una cuestión de cantidad expresada con cifras macroeconómicas, aunque repartir la riqueza sea siempre mejor que administrar la miseria. Que es también un asunto de calidad. De la calidad con la que tratamos a aquellos que tuvieron un poco menos de suerte al nacer.
Cada año, y van tres, estos líderes sociales, campeones de la solidaridad, nos dan una lección que nos deja el corazón encogido, una sonrisa de esperanza en los labios y unas cuantas lagrimas en los ojos. Y les aseguro que no exagero en absoluto.
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