
Educar y disfrutar
Me divierte pensar que la educación es divertida. Me agrada observar como disfrutan los niños en su primera etapa de escolarización. Me pregunto por qué el aspecto lúdico se va perdiendo con el transcurso de los cursos académicos. Me intriga cuando se dice que ello es porque la educación se vuelve más difícil. A mí nada me parece tan difícil como aprender a leer y escribir; y ello se hace, disfrutando, en los primeros cursos. ¿Qué es lo que hace que el colegio se vuelva un lugar aburrido a donde los alumnos no quieren ir cada día? ¿Por qué las vacaciones es su objetivo primordial?
Seguramente nadie y cualquiera podríamos contestar a estas preguntas. Nadie porque si no ya habríamos dado con la solución. Cualquiera porque para responderlas no hace falta ser un experto, sino aplicar el sentido común que millones de alumnos, padres y profesores tienen.
A veces parece como si el eslogan de nuestro sistema educativo fuera “la letra con sangre entra”. De manera tal que todo lo que nos gusta y nos divierte no fuera educación. Por el contrario, lo aburrido y sombrío garantiza el aprendizaje. Este proceso anticuado donde la clase es un monólogo del profesor, el estudio está basado en la memorización por parte del alumno y el examen escrito es la única forma de evaluación, sigue siendo todavía la esencia de nuestro proceso pedagógico. Y en este contexto, esfuerzos evolutivos como el llevado a cabo por los 46 países que integran el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES, el llamado proceso de Bolonia), chocan de frente con la tradición de los sistemas imperantes en la enseñanza primaria y secundaria. La transformación que Bolonia trata de introducir mediante el cambio de paradigma que supone aprender a aprender frente el simple enseñar, o la introducción de las competencias junto a los conocimientos, encuentran alumnos poco preparados para asimilarlo dado que han sido formados en las etapas previas en modelos muy distintos. En otros países, sobre todo en los anglosajones, la educación gira más alrededor del alumno. Por tanto, su nivel de participación es más elevado. Hay un empleo mayor de pedagogías basadas en situaciones reales y menos memorización. Menos escuchar sólo al profesor y más aprender de los compañeros. Es un aprendizaje más social, y, por tanto, más activo y entretenido.
Si en la educación infantil y primaria se aprende jugando, por qué no podemos trasladar la idea a una educación secundaria y superior donde se aprende divirtiéndose. Donde reír sea una asignatura obligatoria para pasar de curso y disfrutar aprendiendo sea la herramienta pedagógica clave.
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